En el Tiwa Sika
En la montaña entramos en el registro de la tierra: sus ritmos, sonidos, ires y venires. Se oyen pájaros cerca y lejos; sonidos que ni siquiera puedo determinar de quién son, pero los siento como de parientes cercanos saludando. De repente, observo que todo tipo de seres empiezan a recorrer mi piel como parte de su territorio. Se desvanecen los límites: piel, roca, arbusto. Al final somos otro lugar más para que caminar y buscar alimento. Comemos y somos comidos en una permanente fiesta. El todo y las partes cobran sentido concreto. Pertenezco. Soy viento, humedad, sudor, roncha de mosquito, aliento de montaña.